sábado, 15 de outubro de 2011

Serafin, un quiosquero de Vigo


Serafín, el quiosquero, se volvió incondicional del método científico a golpe de leer diariamente los titulares de los medios de comunicación. Tiene Serafín un quiosco de prensa y revistas en una céntrica calle de Vigo con vistas al mar, como él dice, y desde hace años descifra y resuelve las noticias a cuenta de los encabezamientos de los periódicos. En la venta de estos, suele añadir un comentario o una opinión propia, que sirven “para aclarar al cliente lo que quieren decir los periodistas y no les dejan escribir los jefes de su redacción”. Mantiene el quiosquero, que con dos o tres buenos titulares de un asunto extraídos de varios periódicos, excusa uno leer nada más. El resto, asegura, es tener sentido común, y saber escuchar la opinión de la calle.
A sus habituales compradores y mientras les despacha el pedido, les va adelantando lo más destacable de las noticias:
− Don Manuel, lea usted lo que dice hoy el Faro de Vigo sobre los parados mayores de 55 años: “Más o menos, un viaje a ninguna parte”.
− Don Luis, mire usted el titular del Xornal de Galicia sobre la crisis económica mundial: “Es como un símil de las goteras de las casas, algo se estropeó arriba, y acaba mojándonos a todos”.
− Don Xosé, fíjese lo que escribe El Correo Gallego sobre la sanidad pública: “Al igual que acontece con los euros, el pan, o la libertad, solo la echaremos de menos cuando nos falte”.
Serafín se define espontáneamente como un hombre que en la religión es católico pero anticlerical, en economía, socialista-reformista, y en lo político, un liberal humanista. Como no creo en las ideologías globales, me dice, ese es mi modelo.
Con convicción me aclara lo siguiente:
− Soy un hombre que se hace muchas preguntas, un hombre que quiere encontrar respuestas que encajen con la realidad y como la realidad depende del modelo que elijas para vivir, solo tengo que ir comprobando si mis observaciones responden o no a mi modelo; si este da una buena explicación a lo que acontece aquí y en el mundo, entonces es válido. Pero si no casa con las observaciones ni explica bien los resultados, entonces es que alguna pregunta está mal formulada, o el modelo no es bueno. El mío es correcto, lo he comprobado mil veces.
No acabo de entenderlo de todo, le dije, después de escucharlo con atención.
− Es normal –me responde– tú no debes tener la costumbre de hacerte preguntas que se ajusten a un modelo concreto de vida; porque vivir es, sobre todo, preguntarse ciertas cosas importantes con todos los datos de que disponemos, encontrar respuestas y ser coherente con ellas, lo demás, lo de la mayoría de la gente, es simplemente ir sobreviviendo.
Ahora entiendo un poco más por donde va usted, le dije algo molesto, pero me gustaría que lo concretase con un ejemplo. No se hizo esperar:
− En mi modelo no encaja que en la actual crisis y ante la agresión que sufre, la sociedad no se pregunta casi nada y cree que los derechos adquiridos son derechos naturales; o el por qué algunos políticos confían en el mercado al buscar fórmulas privadas a servicios y prestaciones públicas como la educación, la sanidad, las pensiones o la atención los más débiles. No tiene solución, en mi modelo, un mercado capitalista que no desea, ni es su objetivo, convivir con el pleno empleo que trata de evitar, el derecho a una vivienda que para él es una mercancía más, o con una pensión pública y no privada… Esas situaciones, no cuadran con una actitud cristiana de la vida o con una economía al servicio del interés común, ni con la libertad, que poco vale sin igualdad de oportunidades. Por ello no se adapta mi modelo a ninguna de estas observaciones y datos. ¿Entendiste ahora?
Después de esta conversación con Serafín, empiezo a comprender mejor al mercado y sus reformadores, que las propias reformas…

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