TIEMPO
DE
MUDANZA
Hoy lo que hacemos con
nuestra libertad y modo de vida está, más que nunca, bajo la
observación atenta de los ciudadanos más conscientes y de los
medios de comunicación.
Y lo está con mayor
intensidad, si se es un cargo públicos o una personalidad
relevante, popular, o simplemente conocida.
Hoy más que nunca, los
comportamiento estéticamente sucios son analizados y denunciados de
forma inmediata.
Hoy, aquello que
desatiende el interés general irrita profundamente a una buena parte
de la sociedad, casi sin excepciones.
Pero singularidades a
todo ello las hay en este sistema económico en el que vivimos.
Por ejemplo, para el
capital y sus acérrimos defensores, las consideraciones pasadas
tiene poca importancia, simplemente porque lo sucio es útil, y lo
bello no lo es.
Es hermoso, bueno y
atractivo, que tengamos una sanidad pública en la que no se nos
exige saber quienes somos económicamente, sino en la que se nos
atiende sin preguntarnos más que nuestro nombre, para prevenir y
atender nuestras enfermedades.
Es excelente y muy
rentable para el País, que cualquier ciudadano inteligente pueda
estudiar, formarse adecuadamente e investigar, de forma
independiente a sus medios económicos y familiares.
Es hermoso y justo, que
después de trabajar toda una vida se pueda disfrutar de una pensión
pública que permita vivir con un mínimo de dignidad.
Es atractivo y decente,
que se pueda trabajar por un salario justo en la propia tierra, y en
condiciones dignas, ejerciendo el oficio o formación que cada uno
tiene.
Lamentablemente esas
cosas bellas y ecuánimes , el gobierno actual, las encorseta en
una única dirección, la más fea, la que menos interés general y
social tienen, eso si, en nombre de una economía, una ideología y
de unas soluciones que apestan a suciedad se miren por donde
se miren.
Solo una profunda
reflexión colectiva hecha desde la razón y la libertad, que
conlleve serios castigos electorales y tolerancia nula, harían
imposible esas conductas desvergonzadas.
No pueden nuestros
representantes esperar tolerancia y comprensión de los ciudadanos
cuando esas conductas repugnantes se producen y no se rectifican.
No pueden nuestros
empresarios esperar de los trabajadores y profesionales, cuando
ofrecen unas condiciones de trabajo abusivas, transigencia laboral,
sino aceptación resignada y forzosa provisional.
No pueden las entidades
de crédito esperar nuestra confianza, cuando lo prudente es
desconfiar de quien nos ha hecho tanto daño por la
irresponsabilidad de sus dirigentes.
Mientras tanto y a pesar
de las señales de alerta, la ética de los principios y de las
responsabilidades, (una cosa son los principios y otras las
circunstancias se decía cínicamente), tantas veces diferenciadas,
empiezan ahora a ser reclamadas socialmente, para evitar perder de
vista la coherencia de las soluciones políticas, que son las
únicas que hacen que no todos sean iguales. ( Aunque a veces lo
parezcan).
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