luns, 11 de marzo de 2013

TIEMPO DE MUDANZA


TIEMPO DE MUDANZA


Hoy lo que hacemos con nuestra libertad y modo de vida está, más que nunca, bajo la observación atenta de los ciudadanos más conscientes y de los medios de comunicación.

Y lo está con mayor intensidad, si se es un cargo públicos o una personalidad relevante, popular, o simplemente conocida.

Hoy más que nunca, los comportamiento estéticamente sucios son analizados y denunciados de forma inmediata.
Hoy, aquello que desatiende el interés general irrita profundamente a una buena parte de la sociedad, casi sin excepciones.

Pero singularidades a todo ello las hay en este sistema económico en el que vivimos.

Por ejemplo, para el capital y sus acérrimos defensores, las consideraciones pasadas tiene poca importancia, simplemente porque lo sucio es útil, y lo bello no lo es.

Es hermoso, bueno y atractivo, que tengamos una sanidad pública en la que no se nos exige saber quienes somos económicamente, sino en la que se nos atiende sin preguntarnos más que nuestro nombre, para prevenir y atender nuestras enfermedades.

Es excelente y muy rentable para el País, que cualquier ciudadano inteligente pueda estudiar, formarse adecuadamente e investigar, de forma independiente a sus medios económicos y familiares.

Es hermoso y justo, que después de trabajar toda una vida se pueda disfrutar de una pensión pública que permita vivir con un mínimo de dignidad.

Es atractivo y decente, que se pueda trabajar por un salario justo en la propia tierra, y en condiciones dignas, ejerciendo el oficio o formación que cada uno tiene.

Lamentablemente esas cosas bellas y ecuánimes , el gobierno actual, las encorseta en una única dirección, la más fea, la que menos interés general y social tienen, eso si, en nombre de una economía, una ideología y de unas soluciones que apestan a suciedad se miren por donde se miren.

Solo una profunda reflexión colectiva hecha desde la razón y la libertad, que conlleve serios castigos electorales y tolerancia nula, harían imposible esas conductas desvergonzadas.

No pueden nuestros representantes esperar tolerancia y comprensión de los ciudadanos cuando esas conductas repugnantes se producen y no se rectifican.

No pueden nuestros empresarios esperar de los trabajadores y profesionales, cuando ofrecen unas condiciones de trabajo abusivas, transigencia laboral, sino aceptación resignada y forzosa provisional.

No pueden las entidades de crédito esperar nuestra confianza, cuando lo prudente es desconfiar de quien nos ha hecho tanto daño por la irresponsabilidad de sus dirigentes.

Mientras tanto y a pesar de las señales de alerta, la ética de los principios y de las responsabilidades, (una cosa son los principios y otras las circunstancias se decía cínicamente), tantas veces diferenciadas, empiezan ahora a ser reclamadas socialmente, para evitar perder de vista la coherencia de las soluciones políticas, que son las únicas que hacen que no todos sean iguales. ( Aunque a veces lo parezcan).






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